El otoño, con el patrocinio de la fundación
Lilly, nos trae una novedad bibliográfica significativa sobre la
contribución española a la historia de los medicamentos, en este caso sobre
aquellos procedentes del Nuevo Mundo en la época de la colonización americana.
El autor es el profesor Enrique Raviña Rubira, catedrático ad honorem de Química Farmacéutica de la Universidad de Santiago de
Compostela, jubilado, y que en los últimos años ha profundizado en su interés
por la historia de la farmacología.
El ensayo se presenta en edición bilingüe español/inglés,
tal vez consecuencia del prestigio del anterior libro de este autor, “Medicamentos, un viaje a lo largo de la
evolución histórica del descubrimiento de fármacos”(2008), uno de los más
vendidos en toda la historia de la USC, del cual se hizo una exitosa versión en
inglés (2011). La presentación del texto es a doble columna, lo que origina no
pocos problemas de maquetación; las ilustraciones y figuras –con fotografías a
color, excelentes y en gran número- sin embargo, no se repiten, sino que
aparecen una sola vez, con pies de foto o de las ilustraciones bilingües, pero con
el texto interno de las tablas o figuras únicamente en inglés, al igual que la
bibliografía; otra característica destacada es que el texto es inglés no es una
traducción literal del original español, sino que, de forma intencionada, presenta
una redacción e incluso datos diferentes.

La obra, se divide en cinco partes: 1) introducción
histórica, 2) curare, 3) quina y quinina, 4) coca, cocaína y anestésicos, y 5) miscelánea. El autor, con todo, se queda con
ganas de exponer más temas, como en el caso de los esteroides (tal vez un heraldo
de futuros trabajos… ¡ojalá!), pero se ciñe a lo marcado.
En el texto en español, la introducción no es
un simple preámbulo al uso; de hecho ocupa casi 100 páginas; en ella Raviña
habla de las expediciones a América (quizás habría que poner, de acuerdo con
las corrientes más actuales, menos énfasis en el “Descubrimiento” y más en el de la “llegada” de los europeos, o expresiones más correctas) y de los
Cronistas de Indias, de las especias, de los bálsamos, de los hongos
alucinógenos, de las expediciones
científicas -que retoma en el capítulo dedicado a la quina- y de los
misioneros, en especial de los miembros de la Compañía de Jesús.
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Foto: Ramón Escuredo (El Correo Gallego) |
Tanto en los capítulos sobre el curare, y más
en el de la quinina o en el de la cocaína y anestésicos, no son infrecuentes
las citas a guerras y conflictos militares y al uso de medicamentos e impulso a
la investigación farmacéutica en esos periodos dramáticos para la Humanidad; se
trata de una querencia ya conocida del profesor Raviña, que se advierte en sus
escritos; es el caso de la sección dedicada a la quinina en la Segunda Guerra
mundial, en la que el epígrafe “Las lagunas Agro Pontinas. El primer caso histórico de guerra biológica”, donde
–más allá de si realmente es el primer
caso- se deja llevar por el entusiasmo de la narración bélica describiendo con
detalle y extensión la cruenta batalla
de Montecassino ocurrida en 1944 en la Italia dividida:
“En un esfuerzo para flanquear la Línea Gustav, los Aliados
desembarcaron en la playa de Anzio, el 22 de enero de 1944. La sorpresa fue
total y los Aliados pudieron consolidar la cabeza de playa, pero el general al
mando…”.
De hecho, los que hemos sido sus alumnos
recordamos siempre sus clases amenas, con referencias a episodios bélicos,
pequeñas incursiones en medio de la
vorágine de grupos funcionales, relaciones estructura-actividad y rutas
sintéticas a la que obligan los programas de Quimica Farmacéutica
A pesar del cuidado en la edición, es inevitable
la aparición en el texto de errores:
ilustraciones no numeradas, anacronismos (uso de “Glaxo-Welcome” antes
de su fusión en 1995), erratas (“sarsapogenina”,
“ipecuanha”, “abbvie” o” abbie” en lugar
AbbVie, “pediculosis (sarna)”, “Linnneo”, “choruro”, fechas (“en 1926, Pelletier…”, “En 1948 Bernauer
y…” “In 1958 Bernauer and…), y sobre todo anglicismos, tanto léxicos (“curare-maker”, “toluresitanol”,” atracurium”, “adjunto a la anestesia”), como ortográficos
(mayúsculas en inicial de meses, idiomas, nombres de plantas o de tribus, topónimos…)
o sintácticos, que fácilmente pueden ser corregidos en una siguiente edición,
junto con otros detalles tipográficos.
Más criticable es la ausencia de corrección
editorial, para mejorar la puntuación del texto, y sobre todo el estilo (expresiones
como “reinado de los Reyes…”, “ceremonias religiosas nocturnas de tipo
religioso...”etc.), fácilmente mejorable. Son más entendibles y pueden
tomarse como licencias literarias expresiones como el “quimico de la tribu…”, o “Recorrió metro a metro” para referirse a una exploración del siglo XVII,
etc.
Pero todo esto son minucias comparadas con el
goce con que el lector va recorriendo las páginas donde lucen nombres como
Ruíz, Pavón, Gómez Ortega, Celestino Mutis y otros a la altura de figuras como
Humbolt o La Condomine, constituyendo una época gloriosa de la ciencia en
España como ya han afirmado Puerto Sarmiento o López Piñero, de los que Raviña
se declara deudor.