lunes, 10 de junio de 2019

Amancio Ortega y la oncología. Soberbia habemus


(Una versión en gallego de este artículo fue publicada en el diario La Voz de Galicia el 7.06.2019)


Pasado el fragor electoral del 26 M, tal vez proceda una reflexión serena sobre las ácidas críticas de Unidas Podemos a las donaciones de la Fundación Amancio Ortega a las Sanidades autonómicas en el ámbito de la oncología. Dirigentes de esa formación, primero una poco conocida dirigente madrileña y después el gran timonel del partido, criticaron unas donaciones -que superan los 300 M de euros- para la adquisición de equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer; al tiempo, lanzaron acusaciones de fraude e ingeniería fiscal y de uso de mano de obra infantil en la empresa propiedad del magnate coruñés.
Cualquier decisión puede ser analizada de forma crítica, sin duda, pero llama la atención la censura de donaciones en un asunto tan dramático como es el cáncer; hablamos de una enfermedad a la que muchas veces ni siquiera nos atrevemos a llamarla por su nombre; véase el caso del reciente óbito del excelente divulgador que fue el ex-ministro Eduard Punset, ocurrido según muchos medios “tras una larga enfermedad”. Parece fruto de la soberbia, ese pecado de señoritos (“¡prefiero morir de hambre que trabajar!”, como decían los hidalgos españoles del siglo XVIII), como refería Díaz-Plaja en “El español y los siete pecados capitales”, y del distanciamiento del común de los españoles despreciar estas donaciones.
Recordemos que los equipamientos -avanzados y muy útiles- fueron escogidos y adquiridos por las propias autoridades sanitarias. Llamar caridad a estas donaciones es una estridencia que tal vez persiguiese llamar la atención (“marcar la agenda”, como se dice ahora) ante unas encuestas preelectorales con malos presagios.
No se compadecen estas críticas además, con las donaciones -mi aplauso para ellas- realizadas por los propios dirigentes de esa formación política, ejecutadas con las cuantías que exceden el nivel de tres veces el SMI, que puedan recibir en sus cargos públicos. Una de las donaciones de 2017, por ejemplo, tenía como destino la lucha contra la homofobia. ¿Acaso – exclamemos aplicando la analogía- la solución a este problema tiene que depender de la caridad de los dirigentes de Podemos?
Donaciones en España
Otra crítica es el posible beneficio fiscal; mesémonos otra vez las barbas: ¿acaso los dirigentes de la formación morada renunciaron a las deducciones fiscales a que tenían derecho por sus donacioness? Seamos rigurosos: todos los que hacemos alguna donación procuramos hacer uso de los beneficios que la ley nos otorga; en eso se basa el mecenazgo en cualquier país, y en concreto la ley homónima que existe en España, reformada en 2016, que debería ser potenciada; la sociedad española es aún cicatera en la ayuda a proyectos sociales y a entidades sin ánimo de lucro. El informe El fundraising como herramienta de responsabilidad y compromiso social, publicado en noviembre de 2018 por la Asociación Española de Fundraising (AEFR) revela que el volumen de donaciones a proyectos sociales está en España a años luz del de Alemania o Reino Unido, y a mucha distancia del de Francia o Italia. El informe apunta, con datos del CIS 2015, que apenas un 19% de españoles ha realizado “bastantes veces” donaciones. Mucho camino nos queda.
El dueño de Zara no es un santo. Pero su fortuna no procede del negocio de las armas; como recordaba Camilo Nogueira, economista y dirigente nacionalista de largo recorrido tras la visita que hizo con Xosé Manuel Beiras, el otro líder histórico del nacionalismo gallego, al sancta santorum de Inditex en Arteixo, procede de un negocio industrial, ajeno a bancos, eléctricas o adjudicaciones públicas, cosa que pocos potentados pueden decir en España. Sí es cierto que su fundación apenas comenzó a funcionar en el año 2001, cuando ya el magnate coruñés era multimillonario. En Galicia se le atribuye la frase: “a mi nadie me ayudó cuando estaba empezando, y yo hago lo mismo”, seguramente apócrifa, pero tal vez propia de un empresariado como el español, que no veía necesario devolver a la sociedad parte de sus ganancias, algo que es tradición en países como Estados Unidos. Recordemos que dos de las primeras entidades filantróficas, el Instituto Carnegy y la Fundación Rockefeller fueron fundadas en 1902 y 1913, respectivamente. 
Véase el ejemplo de Francia, ese país tan orgulloso de la fuerza del Estado, que no ha dudado en conceder exenciones fiscales de hasta el 75% a donaciones privadas para reconstrucción de Notre Dame, ¡una iglesia, en el país laico por excelencia! Sigamos ese ejemplo. Si esa percepción -que progresa en todo el mundo- está cambiando en España, es preciso apoyarla, encauzarla y regularla, pero no pongamos palos en las ruedas.


No hay comentarios:

La crisis del fentanilo en EE. UU.

El fentanilo es un fármaco analgésico derivado del opio. En los últimos años, su uso ilegal y su alto poder adictivo está conduciendo en EE...