sábado, 25 de abril de 2015

Día de la Malaria 2015: Dos vacunas y un dineral


El 25 de abril se conmemora el día internacional de lucha contra la malaria o paludismo. Una de las noticias esperadas estos días era el resultado de los ensayos en la fase III de la vacuna RTS’S, dirigidos por el español Pedro Alonso. The Lancet los ha publicado esta semana y han sido algo decepcionantes.

Frente a una eficacia del 50% en niños pequeños estimada en pruebas anteriores, el último ensayo reduce la eficacia a un 35%, lo que se acerca al umbral de utilidad y pone en duda la decisión de destinar tantísimos recursos económicos –un dineral- en preparar una vacuna en lugar de destinarlo a otras estrategias más rudimentarias –las mosquiteras- de coste muy bajo y eficacia probada.
Recapitulemos: la malaria es una enfermedad de alcance mundial, con 200 millones de casos anuales y que causa unas 600.000 muertes al año, sobre todo niños. Es propia de zonas tropicales o incluso templadas, en donde hay calor y humedad, hogar apropiado para el desarrollo de los mosquitos del género Anopheles, que transmiten, mediante picadura a los humanos, un parásito sanguíneo, el Plasmodium; este parásito causa anemia, con diferentes niveles de gravedad según la especie del parásito y la edad de la persona, siendo los niños menores de 5 años los más vulnerables.

Primera vacuna: la  de Pedro Alonso
El madrileño Pedro Alonso, médico del Hospital Clinic de Barcelona, lleva trabajando más de dos décadas en la lucha contra la malaria, centrándose en los últimos años en el desarrollo de la vacuna RTS’S, dirigido todo desde el ejemplar Centro de Investigación en Salud de Manhiça en Mozambique. La vacuna es propiedad –no debe olvidarse- de la multinacional farmacéutica británica Glaxo, que comenzó su desarrollo a finales de los años 80, con la ayuda de un Instituto Walter Reed del Ejército de los EEUU.
El desarrollo de la vacuna ha concitado el apoyo de iniciativas como Alianza Global para Vacunas e Inmunización (GAVI), de la OMS, de gobiernos de medio mundo, de la OMS y de entidades privadas como la Fundación Bill y Melinda Gates, que prometió destinar cientos, tal vez más de mil millones de dólares, en el desarrollo de la vacuna.
Nadie duda del empeño puesto por el equipo de Pedro Alonso, convertido hoy en figura de referencia mundial, tras el nombramiento en 2014 como Director del Programa Mundial de la Malaria de la OMS; sin embargo, el estudio en fase III de la vacuna, realizado desde 2013 en 7 países africanos en niños de 5 a 17 meses, muestra una eficacia del 35% frente a la malaria causada por el Plasmodium falciparum, que da lugar a la anemia falciforme (por la forma de hoz que produce en  los glóbulos rojos), muy grave. Se trata de una eficacia menor de la esperada, y aún menor en bebés de menos de 3 meses, y con un efecto secundario inesperado grave, casos de meningitis, lo que complica la evaluación de su utilidad, algo que tienen que decidir la Agencia Europea del Medicamento y la OMS en los próximos meses.


Segunda vacuna: la de Patarroyo
La historia de la vacuna de Patarroyo es la de una novela por entregas. Manuel Elkin Patarroyo es un eminente inmunólogo colombiano, que también desde finales de los años 80 ha puesto en marcha una nueva vía para el desarrollo de vacunas sintéticas; en todos estos años, Patarroyo ha visto su laboratorio embargado –y cerrado- en los años 90, episodio que nos revela las dificultades que deben afrontar los investigadores de los países en desarrollo para demostrar su valía, teniendo que volver a empezar. Hoy apoyado por el Instituto de Inmunología de Colombia ( FIDIC), con sede en Bogotá, tiene uno de sus ejes de referencia en el Centro de Experimentación en Primates de Leticia, capital de la Colombia amazónica, ciudad ubicada en la frontera tripartita que comparte con Perú y Brasil.
Allí ha afrontado uno de sus últimos avatares, la denuncia de un grupo ambientalista y protector de los animales contra la captura y uso de monos de la selva en los ensayos de laboratorio, con acusaciones y disputas peregrinas al señalar que los monos eran brasileños y no colombianos. 
Es otro episodio rocambolesco que ha retrasado de nuevo casi dos años sus investigaciones que recordemos están dirigidas a salvar vidas humanas. En esta disputa Patarroyo ha recibido el apoyo de personalidades como la del también colombiano Germán Velásquez, del South Centre, autoridad en materia de salud internacional y acceso a medicamentos.
Este discusión bizantina sobre la protección de los animales nos recuerda los exquisitos cuidados de la legislación europea para mejorar las condiciones de cría de las gallinas ponedoras, que contrasta con la reciente actitud de Bruselas y la gran mayoría de países europeos, que observan con cinismo, y mirando para otro lado, las muertes de centenares de inmigrantes en las costas italianas.

Un dineral… ¿bien utilizado?
Todo estas controversias, avances y retrocesos en el desarrollo de las vacunas contra la malaria nos llevan a pensar de nuevo en las estrategias básicas: el uso de mosquiteras, impregnadas o no con pesticidas, y otras medidas profilácticas de bajo coste, que son las que han conducido a que países africanos como Ruanda hayan reducido de forma drástica elnivel de malaria en su población. Un ejemplo de país que ha avanzando en la mejora de su sistema sanitario (y también en su desarrollo social y económico.) a pesar de destinar sólo 55 dólares por persona y año.
¿Debe empezarse por distribuir mosquiteras a todo el mundo, algo que tampoco es fácil, pues la logística tiene sus dificultades o destinar recursos millonarios a costosas investigaciones para las vacunas? Eterno dilema que una vez más recordamos cada 25 de abril en el Dia internacional de Lucha contra la Malaria. Cualquier decisión será buena, cualquiera  menos no hacer nada y ver, como los gobiernos de fortaleza europa, como se mueren los pobres en nuestras costas.


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