viernes, 24 de noviembre de 2017

Las Medicinas de la América Española

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El otoño, con el patrocinio de la fundación Lilly, nos trae una novedad  bibliográfica significativa sobre la contribución española a la historia de los medicamentos, en este caso sobre aquellos procedentes del Nuevo Mundo en la época de la colonización americana. El autor es el profesor Enrique Raviña Rubira, catedrático ad honorem de Química Farmacéutica de la Universidad de Santiago de Compostela, jubilado, y que en los últimos años ha profundizado en su interés por la historia de la farmacología.

El ensayo  se presenta en edición bilingüe español/inglés, tal vez consecuencia del prestigio del anterior libro de este autor, “Medicamentos, un viaje a lo largo de la evolución histórica del descubrimiento de fármacos”(2008), uno de los más vendidos en toda la historia de la USC, del cual se hizo una exitosa versión en inglés (2011). La presentación del texto es a doble columna, lo que origina no pocos problemas de maquetación; las ilustraciones y figuras –con fotografías a color, excelentes y en gran número- sin embargo, no se repiten, sino que aparecen una sola vez, con pies de foto o de las ilustraciones bilingües, pero con el texto interno de las tablas o figuras únicamente en inglés, al igual que la bibliografía; otra característica destacada es que el texto es inglés no es una traducción literal del original español, sino que, de forma intencionada, presenta una redacción e incluso datos diferentes.
Si bien es un libro científico, que combina información histórica con materias como la farmacognosia, la botánica o la química farmacéutica, trata de ser accesible a un lector culto y con conocimientos de farmacia o medicina, evitando notas a pie de página, listados de siglas y abreviaturas o glosarios de voces especializadas, que, con todo, a veces se echan en falta.

La obra, se divide en cinco partes: 1) introducción histórica, 2) curare, 3) quina y quinina, 4) coca, cocaína y anestésicos,  y 5) miscelánea. El autor, con todo, se queda con ganas de exponer más temas, como en el caso de los esteroides (tal vez un heraldo de futuros trabajos… ¡ojalá!), pero se ciñe a lo marcado.
En el texto en español, la introducción no es un simple preámbulo al uso; de hecho ocupa casi 100 páginas; en ella Raviña habla de las expediciones a América (quizás habría que poner, de acuerdo con las corrientes más actuales, menos énfasis en el “Descubrimiento” y más en el de la “llegada” de los europeos, o expresiones más correctas) y de los Cronistas de Indias, de las especias, de los bálsamos, de los hongos alucinógenos,  de las expediciones científicas -que retoma en el capítulo dedicado a la quina- y de los misioneros, en especial de los miembros de la Compañía de Jesús.
Foto: Ramón Escuredo (El Correo Gallego)
Tanto en los capítulos sobre el curare, y más en el de la quinina o en el de la cocaína y anestésicos, no son infrecuentes las citas a guerras y conflictos militares y al uso de medicamentos e impulso a la investigación farmacéutica en esos periodos dramáticos para la Humanidad; se trata de una querencia ya conocida del profesor Raviña, que se advierte en sus escritos; es el caso de la sección dedicada a la quinina en la Segunda Guerra mundial, en la que el epígrafe “Las lagunas Agro Pontinas. El primer caso histórico de guerra biológica”, donde  –más allá de si realmente es el primer caso- se deja llevar por el entusiasmo de la narración bélica describiendo con detalle y extensión  la cruenta batalla de Montecassino ocurrida en 1944 en la Italia dividida:
“En un esfuerzo para flanquear la Línea Gustav, los Aliados desembarcaron en la playa de Anzio, el 22 de enero de 1944. La sorpresa fue total y los Aliados pudieron consolidar la cabeza de playa, pero el general al mando…”.
De hecho, los que hemos sido sus alumnos recordamos siempre sus clases amenas, con referencias a episodios bélicos, pequeñas incursiones  en medio de la vorágine de grupos funcionales, relaciones estructura-actividad y rutas sintéticas a la que obligan los programas de Quimica Farmacéutica
A pesar del cuidado en la edición, es inevitable la aparición en el texto de errores:  ilustraciones no numeradas, anacronismos (uso de “Glaxo-Welcome” antes de su fusión en 1995), erratas (“sarsapogenina”, “ipecuanha”, “abbvie” o” abbie” en lugar AbbVie, “pediculosis (sarna)”, “Linnneo”, “choruro”, fechas (“en 1926, Pelletier…”, “En 1948 Bernauer y…” “In 1958 Bernauer and…), y sobre todo anglicismos, tanto léxicos (“curare-maker”, “toluresitanol”,” atracurium”, “adjunto a la anestesia”), como ortográficos (mayúsculas en inicial de meses, idiomas, nombres de plantas o de tribus, topónimos…) o sintácticos, que fácilmente pueden ser corregidos en una siguiente edición, junto con otros detalles tipográficos.
Más criticable es la ausencia de corrección editorial, para mejorar la puntuación del texto, y sobre todo el estilo (expresiones como “reinado de los Reyes…”, “ceremonias religiosas nocturnas de tipo religioso...”etc.), fácilmente mejorable. Son más entendibles y pueden tomarse como licencias literarias expresiones como el “quimico de la tribu…”, o  “Recorrió metro a metro” para referirse a una exploración del siglo XVII, etc.
Pero todo esto son minucias comparadas con el goce con que el lector va recorriendo las páginas donde lucen nombres como Ruíz, Pavón, Gómez Ortega, Celestino Mutis y otros a la altura de figuras como Humbolt o La Condomine, constituyendo una época gloriosa de la ciencia en España como ya han afirmado Puerto Sarmiento o López Piñero, de los que Raviña se declara deudor.

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